IV Resurrección. Diario de Crisófilax Bloemfontaine, explorador de libros.

Parecía que nos habíamos muerto, tanto tiempo hace desde que intentamos nuestra última comunicación; pero no. 
En esta ocasión, se han acumulado un insólito número de peripecias desde que pudimos hacer entrega de nuestro diario al camellero que lo llevaría hasta la civilización. Hoy aprovechamos que nos hemos cruzado con una canoa tripulada por un par de misioneros y dejamos en sus manos una gran saca con correo, souvenirs y las páginas bien protegidas de la siguiente entrega de nuestro diario.
Se les ha quedado una cierta expresión de para-qué-cuernos-habremos-dicho-nada...

La primera gran peripecia fue que, durante buena parte del mes de julio, desconectados de ordenadores e internetes estuvimos, en solitario, peregrinando hacia Santiago de Compostela. No hemos escrito nada sobre esa experiencia inefable. Pero tal vez algún día, cuando nos sintamos capaces, podamos hacerlo.

Sin embargo, sí que hemos de hacer referencia a un momento concreto de esa aventura: la tarde en que, removiéndonos inquietos en nuestro camastro de un albergue perdido, buscando un leve alivio para el cansancio de las piernas y el dolor de los pies, acertamos a apoyar el codo sobre nuestro viejo, querido y prestado ewok. 
Al punto descubrimos duramente una de sus grandes desventajas con respecto al libro normal: son frágiles.
Y nos quedamos absolutamente solos con nuestros pensamientos durante muchos días. Lo cual puede ser algo afortunado…
Con el ewok, perdimos la lista de los libros leídos hasta entonces, de los cuales, hemos ido recordando los siguientes:
El gen egoísta, por Richard Dawkins. 
Clásico entre los clásicos de la ciencia ya a estas alturas, revolucionario y revisado texto de este defensor a ultranza de la Ciencia y el ateísmo frente a las manipulaciones de la Religión Organizada, los creacionistas y otros movimientos así de peligrosos. Nos impresionó especialmente lo premonitorio del concepto de “meme”, como entidad no orgánica sometida a las leyes de la evolución.
Rapsodia Gourmet, por  Muriel Barbery. 
Otra pequeña pieza de extrema elegancia que conviene paladear suavemente, con delicadeza, para disfrutarla al máximo. Y se disfruta.
El Segador, Terry Pratchett. 
Seguíamos con la idea de leer y releer todo el Terry Pratchett que pudiésemos y no podemos sino señalar que admiramos profundamente la inteligencia, la creatividad y el increíble sentido del humor del señor Pratchett. Muy recomendable para estados carenciales de alegría, perspectiva e ilusión.
Por no mencionar al perro, por Connie Willis. 
Releímos este imprescindible título. Nuestros lectores habituales -¿hay alguien ahí?- recordaréis que, en su día, visitamos la novela “Tres hombres en una barca” de Jerome K. Jerome, precisamente porque habíamos leído esta novela. Connie Willis es absolutamente magistral e imprescindible. Divertida, inteligente, adictiva a tope, esta novela no puede pasarse por alto.
El libro del día del juicio final, por Connie Willis.
Puestos a releer, releemos esta obra maestra. Y no vamos a añadir nada más porque lo que digamos sabrá a poco. Novelón. Obligatorio. Ea
.
Quidditch a través de los tiempos, de J.K. Rowling. 
Nos mola Rowling. Y nos divertimos mucho con Harry Potter y con las cosas que con él se relacionan.
Animales fantásticos y dónde encontrarlos, de J.K. Rowling.
 Lo dicho.
Los cuentos de Beedle el Bardo, por J.K. Rowling. 
Y es que es entretenida, imaginativa y muy, muy agradable de leer. Seguimos teniendo pendiente la relectura de la Saga de Harry Potter, puesto que son unos libros que hemos disfrutado, en verdad, mucho, mucho. Más que con las pelis. Y ya es decir.
La partícula divina, por Leon Lederman. 
Ameno texto de divulgación sobre la investigación en física, escrita por un premio Nobel que tiene el talento de hacer que casi entiendas lo que está diciendo. Guay.
La mecánica del corazón, por Mathias Malzieu. 
Releemos este librito, que en su momento visitamos porque volvió loca de gusto a nuestra hija y la encaminó hacia rumbos artísticos muy especiales. La verdad es que se deja leer con gusto.
La alargada sombra del amor, por Mathias Malzieu. 
Lo mismo. Y lo mismo. De ahí pasas a la música de Dyonisos, a las canciones de Olivia Ruíz y a las ilustraciones de Benjamin Lacombe antes de darte cuenta. Y todo mola mucho. De verdad.
Camelot 30K, por Robert L. Forward. 
Interesante juego de biología ficción en el que el autor desarrolla vida y cultura plausible en un entorno que no podemos imaginar. Muy interesante, aunque es cierto que, tal vez sea deliberado, pero la cultura alienígena no nos es tan extraña como debería ser. No es una pega. Sólo una opinión.

Como anduvimos sin ewok, el resto del Camino, pasaron muchos, muchos días antes de que pudiésemos volver a leer algo que no fuese un periódico o los ingredientes de las galletas o de la lata de refresco de turno. 
Y cuando tuvimos la ocasión, comenzamos a releer viejos amigos en papel…pero tampoco llevamos con claridad la cuenta de qué y cuándo lo leímos, de modo que nuestros recuerdos son confusos. Recordamos los siguientes títulos:
El último Abad, por Martí Gironell. 
Este fue un préstamo que nos hicieron y el libro nos resultó extremadamente soso y aburrido, sin que pudiésemos entender qué habían visto en él los críticos que tan amablemente lo alababan en la contraportada…
La corona de hierba, por Collen McCullough. Novela histórica muy bien trabajada, adictiva y atrayente. La releemos casi por casualidad, mucho tiempo después de la primera vez, sin que haya perdido atractivo alguno.

Finalmente, logramos un nuevo ewok, un modelo diferente (la verdad es que se pueden encontrar bastante baratos) y casi a finales del verano, nos lanzamos de nuevo a explorar como maníacos todo cuanto pudimos encontrar. En este modelo de ewok, los libros aparecen en un apartado llamado “recién leído” de capacidad desconocida.
 Así que a fecha de hoy, 15 de octubre, echamos un vistazo a ese apartado y rememoramos, para vosotros, cuanto hemos podido recorrer hasta el momento.
Y estos son los territorios que hemos visitado:

Guía del autoestopista galáctico, por Douglas Adams. 
Esta es una original trilogía de cinco libros, que cuenta con una buena, buenísima adaptación al cine. De hecho, en algunos momentos, hemos llegado a pensar que la película es incluso mejor que los libros. No obstante se trata de una lectura amena, divertida, irónica e inteligente que no hay que perderse. Incluye estos otros títulos también:

El restaurante del fin del mundo, por Douglas Adams
Informe sobre la Tierra: fundamentalmente inofensiva, por Douglas Adams
La Vida, el Universo y todo lo demás, por Douglas Adams
Hasta luego, y gracias por el pescado, por Douglas Adams.

Proseguimos nuestro viaje adentrándonos en
El cementerio del Diablo, por Anónimo. 
Ya hemos leído antes “El libro sin nombre” o “El ojo de la luna” del tal Anónimo. Y nos mola el look tarantinesco o robertrodriguesco (ejem) de tiros, sangre, vampiros y otras criaturas de la noche que se forma en cada una de las novelas. Muy entretenido.
Elantris, de Brandon Sanderson. 
Si bien nuestro primer encuentro con Sanderson (El aliento de los dioses) no fue del todo satisfactorio, en esta ocasión nos hemos encontrado con  un par de novelas muy enganchantes, muy bien escritas que merece la pena visitar.

El imperio final, de Brandon Sanderson. 
Lo dicho, muy adictiva, muy amena de leer, de esas en las que, sinceramente, te da rabia que la cosa se termine.
La Reina de África, por C.S. Forrester. 
Es una novelita muy corta, muy antigua, que cuenta con una de las más famosas adaptaciones al cine de todos los tiempos…y, qué podemos decir. Si bien la novela es excelente, palidece al lado de la peli, que os recomendamos que veáis, si podéis (y claro que podéis), en versión original, con esa Katharine Herpburn y ese Bogey absolutamente sublimes.

Los tejedores de cabellos, por Andreas Eschbach. 
Esta es una novela de ciencia-ficción bastante extraña, es interesante de leer, intrigante. Pero exige un paladar entrenado y no creemos que, pese a sus premios, sea del gusto de mucha gente…
Neuromante, de William Gibson. 
Releemos este, ya clásico, clásico, disfrutando cada página como la primera vez, aunque observando que el paso del tiempo no es clemente con esta obra. Es obvia su influencia sobre buena parte de muchas cosas que nos han gustado mucho, después…

Tau Cero, por Paul Anderson. 
Paul, maestro de maestros no puede sino explayarse en el mejor de los ¿y si?, con una rigurosa base física. Muy disfrutable.

A sangre fría, por Truman Capote. 
Lo reconocemos, la triste muerte de Philip Seymour Hoffman nos ha llevado a leer esta novela, tras rememorar su increíble interpretación en “Capote”. La novela es absolutamente increíble en muchos sentidos y es, en consecuencia, imprescindible.
La cuarta cripta, por Robert Doherty. 
Producto de entretenimiento, relativamente entretenido y original. Ideal como lectura de verano, en la playa. En serio, Ideal.
El hombre de hielo, por Philip Carlo. 
El único mérito de esta obra es el de documento. Las confesiones de un asesino a suelo de la Mafia, por lo demás reales, estremecen por la horrenda mezcla de indiferencia, incompetencia y morbo que muestran y por la fascinación que esos temas pueden despertar.

Casino Royale, de Ian Fleming.
 Nunca habíamos tenido el gusto de leer nada del más famoso agente secreto de todos los tiempos. Es chulo de leer y muy ameno. Además, así hemos comprendido porqué algunos puristas consideran que el actual chico Bond, Daniel Craig, es uno de los mejores 007. La verdad es que le cuadra el personaje.

Mundos aparte, por Joe Haldeman. Joe Haldeman mola mucho y sus novelas son trabajos imprescindibles para los amantes de la buena ciencia ficción. No os lo podéis perder.

El evangelio del mal, por Patrick Graham.
 Otro producto de entretenimiento, también con un puntito original y entretenido para pasar el ratete en según qué tardes.

Jonathan Strange y el Señor Norrell, por Susanna Clarke. 
Le debemos una segunda lectura a este libro, porque nuestra versión digital no ha sido adecuada y el libro parece mucho más irónico, original, entretenido e interesante de lo que hemos visto en el primer pase. Anotado. Volveremos.

Ni una palabra, por Harlan Coben. 
Habíamos tenido el gusto de leer cosas, cuentos cortos del señor Harlan Coben. Y nos gusta mucho. En ese caso, nos atrapa con una novela actual, intrigante y adictiva que nos demuestra que es un excelente narrador.

La orden del Sol Negro, por James Rollins. 
Nuevamente caemos en las garras de un producto de entretenimiento sin mucho más mérito. Pero vale. Es lo que se pretende.

Una noche de perros, de Hugh Laurie. 
Sorprendidos por el polifacético talento de este actor, músico y escritor –sí, niños, niñas y demás, es el tipo de “House”-, nos hemos adentrado en una novela muy adictiva, entretenida, inteligente y divertida. La verdad sea dicha, ha sido un descubrimiento que hemos disfrutado mucho.

El pasaje, por Justin Cronin. 
Otro nuevo paseo por una novela del género “me entretengo en la playa” que no exige mucho más esfurzo al lector que el de pasar las páginas, vagamente intrigado, para pasar el rato. Vale.
La subasta del lote 49, por Thomas Pynchon. 
Publicada en 1966, nos hemos encontrado ante una novela corta, abigarrada, bizarra y brillante. Te atrapa y te desconcierta sin dejarte saber si reírte o llorar. Excelente traducción. Recordemos nuestro brindis por los traductores que nos permiten acceder a piezas tan extraordinarias.
El águila en la nieve, por Wallace Breem. 
Novela histórica no demasiado alejada del trabajo de otros autores del tipo Valerio Massimo Manfredi. No nos satisface el enfoque –pero eso es culpa nuestra, ya que somos demasiado puristas con nuestra visión de la Historia- pero es entretenida de leer.

El huevo del cuco, por Clifford Stoll. 
No es una novela, sino el relato novelado de un hecho real: la primera o una de las primeras persecuciones de un hacker a nivel internacional. No es que sea demasiado adictiva, pero sí que nos ha servido para descubrir formas para proteger la red wifi de nuestra morada…entre otras cosas…

Atlantis, la ciudad perdida, por Greg Donegan…
Lo mismo que hemos dicho antes para otros títulos: “me entretengo en la playa”, aunque uno no esté en la playa…

En el océano de la noche, por Gregory Benford. 
Interesante. Benford no es uno de nuestros autores de ciencia ficción predilectos, pero sus trabajos son siempre amenos y adictivos y merecen una visita detallada.

El séptimo Secreto, por Irving Wallace. 
Otro producto de entretenimiento. Nazis, conspiraciones secretas… ¿qué más se puede pedir para pasar un ratico entretenido?

Ángel mecánico, por Cassandra Clare. 
Precuela, al parecer, de la serie “Cazadores de sombras”, que no hemos visitado, con pelis que no hemos visto. Entretenido producto juvenil, que se vende muy bien, aunque  nos disgusta que, a veces, parecen como de molde. Ya nos gustaría a nosotros que algo de lo que hemos escrito se vendiese así de bien.
Ángeles en la nieve, por James Thompson. Estupendísima novela negra. Tienen tirón los novelistas nórdicos que abordan este género y, desde luego, se trata de un gran trabajo, muy adictivo y bien escrito. Y eso que la novela negra no es nuestro género predilecto…
Un trago antes de la guerra, por Dennis Lehane. 
Acabamos de decir que la novela negra no es nuestro género predilecto, pero vamos a cambiar esa idea si seguimos leyendo cosas tan buenas, tan excelentes como el trabajo de este autor. Entretenida, inteligente, bien contada… visitarla ha sido todo un descubrimiento.
Shutter Island, por Dennis Lehane. Lo dicho. Esta novela, por lo demás excelente, tiene una muy buena adaptación al cine que merece la pena ver. Alucinamos por el cambio de registro del señor Lehane entre la novela anterior y la presente. Chapeau.

La maldición de Chalion, por Lois McMaster Bujold.
Debemos dedicar unas líneas a reivindicar a Lois McMaster como una de nuestras autoras favoritas de la fantasía y la Ciencia Ficción. Si no conocéis a Miles Vorkosigan os estáis perdiendo una saga absolutamente adictiva e imprescindible. Y en la presente obra (que nada tiene que ver con Miles), conoceréis a uno de los protagonistas más curiosos de una obra de fantasía. Disfrutad.

Los custodios del Testamento, por Tom Hegeland.
Sería un producto más de la línea “El código da Vinci”, si no fuera por la erudición que muestra y lo interesante que nos resulta el tema vikingo y nórdico a nosotros, exploradores de libros. Se pasa, pues, un buen rato al tiempo que se tiene la sensación de aprender cosicas. Aviso para arqueólogos serios: no se os ocurra hacer eso en casa.
Heliconia: Primavera, por Brian W. Aldiss. Comenzamos a releer los volúmenes de la serie “Heliconia” de Aldiss. Otro gran maestro, capaz de crear mundos enteros, verosímiles y de describirlos de tal forma que te entran ganas de subirte a la nave espacial y visitarlos…Ea. Soñemos.

Y, de momento, amiguitos, amiguitas y demás seres, esto es lo que hemos puesto en una cartera de cuero engrasado. Así se lo daremos a los misioneros en su canoa y, mientras ellos se dirigen hacia el mundo civilizado, con sus ruidos, sus gentes y sus prisas, nosotros continuamos explorando geografías, tiempos y espacios en un viaje que, ojalá de los ojalases no terminase nunca.

¿Quién sabe? Quizá sea así..







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