Los Libros Malditos
Disculpadnos hoy, niños y niñas.
Perdonadnos porque hoy queremos ofreceros ahora una pequeña y
olvidada pieza de nuestro eximio Chuan-Che. Una pieza que, acaso, trastornará vuestros sueños y alejará el descanso de vuestros párpados. Un escrito maldito, condenado e infame que pondrá en peligro vuestras almas inmortales, abismándolas a la condenación.
(Ya hemos pedido disculpas, así que si continuáis leyendo, lo hacéis bajo vuestra propia responsabilidad)
Fruto
de sus desvelos -desvelos originados sin duda por su desmedida afición al pastel de higadillos de cerdo y boniatos al cacao, tomado con chococrispies en la cena-, Chuan escribió una colección de pequeños
cuentos de horror en los que las espantosas torturas y el estremecedor infierno
de la dispepsia y la aerofagia fueron plasmados con tal vividez que los Escritores de Cuentos de Terror Asociados (ECTA, y no otra) declararon su obra
anatema y abominación.
Sus libros, los trece libros que fueron editados, fueron
destruidos por el fuego purificador en una ceremonia destinada a exorcisar el
aullante pavor que destilaban....
¿Todos?...
...NO.
Dice la leyenda que uno de los trece volúmenes -según las crónicas, encuadernado en piel humana e ilustrado con unos
demenciales grabados de un discípulo de Goya que murió pegando gritos en el Frenopático
de San Dayá- fue sustituido por una edición caducada de la Guía Michelín
gracias a la intervención de uno de los acólitos de la ECTA, deudor de un pagano
pacto con cierta oscura entidad abominable (un cobrador del frac).
A riesgo de su alma y lo que es peor, de su vida, escondió el demoníaco volumen
bajo su túnica y pretextando una indisposesión diabólica pasajera, abandonó la
sala llevándo consigo el libro.
Ese libro pasó de mano en mano, llevando la
desdicha y el dolor a sus diferentes propietarios, acarreando una sobrecogedora
maldición (por increible que parezca, parece ser que tiene el poder de hacer
que horrendos pelos negros, retorcidos y gruesos como cerdas de jabalí crezcan en el área del bikini nada más que acabas de salir del centro depilatorio. Os lo digo por experiencia)...
...Hasta que un buen día,
fue localizado por el propio Chuan-Che mientras curioseaba (sí, hemos de
confesar su vicio secreto) en una tienda de “todo a 1 euro”.
Atónito,
Chuan-Che contempló su propio rostro en
la contraportada del libro. Estupefacto,
abrió el libro y ¡oh dolor! ¡encontró plasmada en él, de su puño y letra, la dedicatoria
que le había escrito a la sin par MariLoli, su musa, su
amor secreto, su amada, su blime, su positorio, su jetador...en fin, a “Ella”.
“A MariLoli,
con cariño de Chuani” rezaba el texto -no muy original para un autor tan
dotado, pero hemos de entender que la mera presencia de la hermosa mujer,
paralizaba el cerebro de nuestro amigo (además de provocarle tartamudeo, rubor,
diarrea y poderosas erecciones incontrolables)-.
“Ella” había
regalado el inestimable tesoro. Ella se había desprendido de él, como se desprenden
los álamos de sus hojas, como se desprenden las moscas de su pupa, como se
desprenden los úteros de su endometrio, como se desprende, en fin, el usuario
del papel usado del papel usado (lo cual no es raro si recordamos su capacidad de arruinarte la cera recién hecha)...
De esta triste
manera, el libro llegó de nuevo a nuestro blog.
Custodiado en un arcón de
acero, en lo más profundo de nuestras bóvedas de seguridad,
el libro maldito (que no el maldito libro) duerme su sueño a la espera de un lector.
Pero mientras
ese día llega, nos hemos permitido extraer del mismo un pequeño relato, de los
muchos que lo componen, para que se estremezcan vuestros espinazos y se dilaten
de horror vuestras pupilas (y vuestros pupilos; y si no sois docentes, vuestros
ojos); para que esta noche cerreis cuidadosamente puertas y ventanas y mireis
con aprensión bajo la cama, porque...¿quién puede decir qué oscuros secretos
rompen la quietud de la noche, antes del alba? (o, lo que es lo mismo, ¿qué es
mas real, el horrendo vampiro o el dictador sanguinario?).
Dulces sueños:
LA COSA
“Dicen las oscuras leyendas que existe un lugar, un
portal, un puente, desde el cual es dado contemplar, si se conoce la dirección
adecuada, una vista completa del Infierno.
A este lugar ignoto, tras las
adecuadas purificaciones, se dirigió el omnisapiente Chuan-Che, portando en su
mano una de las más ominosas y horrendas reliquias de la oscuridad primordial: El Callo Córneo de Elpié,
llave mística de las estrellas y de las fuentes del Dolor Infinito.
En el lugar adecuado, en el momento propicio,
acunado por el balsámico aroma del incienso olíbano quemado en pebeteros de
bronce, el legendario sabio situó el monstruoso Callo Córneo sobre la piedra
ritual y lo golpeó con fuerza dos veces, empleando para ello el abominable
Martillo Phylón.
Al punto vió las estrellas.
El plácido y conocido Mundo
Real se disolvió en un caos babeante de luces multicolores. Le pareció sentir
un éxtasis de dolor, una llama viva de sufrimiento que recorría su cuerpo.
Creyó escuchar la risa demente de unos dioses enloquecidos aullando con
carcajadas bobas; y así era.
Tan pronto la visión cesó, el sabio se encontró de
nuevo en el portal místico, frente a la piedra ritual, pero ante él, un grupo
de ocho o nueve grotescas criaturas se mofaban abiertamente de su persona.
Ebrios de risa, se revolcaban en el polvo, sujetando con dolor sus prominentes
barrigas al tiempo que lo grababan con sus móviles, enviaban el vídeo a sus amigos por Guasap e increpaban al sabio con soeces palabras:
-Se lo ha tragao -decían falsamente, siendo así que
el honorable Chuan-Che no había ingerido cosa alguna en las últimas cuarenta y
ocho horas, tal y como prescribía el ritual.
-¿Habeis visto que hostión se ha dao con el
martillo? -decían.
Y trataban de tentar al atónito filósofo, mientras éste contemplaba apesadumbrado el lento pero inexorable
crecimiento del hematoma. Ante sus sorprendidos ojos la contusión pasó del blanco al púrpura, y de éste a una
hermosa tonalidad cárdena ribeteada de verde que viraba rápidamente al negro
violáceo.
-Si es que se lo ha creío tó: ha puesto el pie en la
piedra y se ha arreao con el martillo... tíos... ¡yoesquemedescojono! -exclamó
uno de los demonios mientras se retorcía, histérico de risa.
Por una vez, Chuan-Che miró en derredor suyo,
viendo, como por primera vez, el mundo que le rodeaba. Poco a poco, creció en
su mente (a la par que la hemorragia subcutánea en su dedo gordo) la sospecha
de que, acaso la leyenda fuese un timo y el portal no existiera. Tal vez el
mítico Callo Córneo no fuese sino un chiste y los demonios no fuesen sino niños
que se burlaban de él. Quizá la palabra “yoesquemedescojono” no fuese una
muestra de un idioma arcano, demoníaco y desconocido, sino el vulgar y
corriente lenguaje de sus mayores...
Luego, el archisapiente miró hacia lo lejos. Bajo el
cielo azul, una capa de humo oscuro desdibujaba los lejanos edificios de una
ciudad. Campos y campos resecos alzaban hacia el sol las agostadas ramas de los
ralos matojos que en ellos subsistían. Una autopista de seis carriles conectaba
la ciudad con otras muchas iguales en todo el mundo.
Chuan-Ché sonrió. No estaba engañado. Los demonios
no le habían vencido. Ahí se encontraba la Cosa:
El Infierno había estado allí todo el tiempo.
Años más tarde, Chuan-Che escribió:
“Los pies duelen para que no olvides que los
tienes...así, lo Bajo impone su mandato a lo Mayor (y lo Mayor ha de sentarse
un ratito junto al camino)”.
Acaso sea esta la única vez que el Maestro no añadió luego alguna
estupidez...
(Adaptado de la revista "Again with the Blues" Verano de 1999).
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