Cuando resulta que eres nazi y no lo sabías: Guía Fácil para despistados

Llamas a las cosas por su nombre, al pan, pan y al vino, vino. El mundo es un lugar sencillo donde las cosas o son blancas, o son negras.

Estás convencido de que hay cosas que la Ciencia no puede explicar, pero cuya verdad se puede sentir profundamente en el interior de uno mismo. Y ese sentimiento no necesita hechos para ser la Verdad.

Crees en un pasado mítico, y nunca te has molestado en estudiar de verdad tu historia.

Te sientes cómodo en los grupos en los que todos compartís las mismas ideas. Hacéis actividades juntos y os sentís especiales, lejos del vulgo que no las hace.

Haces cosas porque están de moda: las hace todo el mundo a tu alrededor. Será por algo ¿no?

Tiendes a mirar con disgusto a los que no hacen las cosas que tú haces, visten como vistes, rezan a quien rezas o piensan como piensas. No es que los rechaces, pero...

Te preocupa extraordinariamente tu salud, tu forma física, tu aspecto: tu cuerpo es un templo.

Un pelín de reparo te da la gente fea, deforme, enferma. Mejor si te apartan de ellos. No es que te den asco, ni mucho menos, pero...

Estás convencido de que los científicos y los estudiosos son raritos, con esa forma suya de tergiversar las cosas. No es que te disgusten, pero... 

Crees que existen personas especiales. Ejemplos perfectos y guías a los que todos deberíamos seguir. Conoces al menos a una y la citas con frecuencia.

Sabes que no, no todas las personas somos iguales. Y que, por eso, algunas personas especiales tienen el derecho de decirles a otras lo que deben hacer. Por su bien. Claro. 

Estás convencido de que existe algo llamado el Bien Común. Y que por el Bien Común, es necesario restringir lo que las personas quieren y pueden hacer. El Bien Común impone un Deber.

Estás convencido de que, de alguna forma, si alguien es pobre, enfermo o desgraciado, es porque lo merece. Bueno, no es que se lo merezca, pero...

Te relacionas con otras personas en función de las ideas que crees tu que tienen, y no de quienes son.

Piensas que tu pueblo es el mejor del mundo y tu gente, la cima de la creación. No es que hayas estudiado nunca de verdad tu historia, pero por supuesto que la conoces.

Respetas la Ley.
Bien, casi siempre. Es que hay leyes y leyes y algunas no se aplican en tu caso... Pero la Ley es la Ley.

Estás convencido de que la fuerza (nunca usas la palabra violencia) es una solución aceptable para muchas cosas.

Al leer la frase anterior identificas fuerza con fuerza física. Y no. No hablamos solo de fuerza física.

El ojo por ojo y el diente por diente te parece una forma adecuada de resolver las disputas.

Rechazas cualquier hecho o prueba en contra de tus ideas, habitualmente con ira. Rechazas a la persona que te puso delante esos hechos o pruebas. Habitualmente con ira también.

Confundes Ley con Justicia. Y Justicia con Venganza.

Pierdes el culo por rendir el debido homenaje y respeto a los que son tus superiores.

Tienes un perro y le obligas a ser vegano. Te parece estupendo que se prohiban cosas con grandes multas. Es lo más eficaz. Bastante mejor que perder el tiempo educando a la gente en los colegios.

Niegas a tus hijos tratamientos médicos contrastados y necesarios en función de tus creencias.

Tú sólo obedeces órdenes. La responsabilidad es de otros.