Evitar conflictos for dummies...
Un grupo de científicos españoles,
pese a la moderación de la subida del presupuesto para investigación optimizada
por el Gobierno, ha diseñado un método que, según dicen ellos, adecuadamente utilizado, contribuirá
de una forma casi definitiva a terminar con los problemas del mundo:
-La mayor parte de los conflictos
del mundo tienen su origen en dificultades de comunicación y transmisión de la
información –han señalado. –Sin embargo hace ya mucho tiempo que se conocen los
métodos y técnicas que permiten minimizar el número de errores comunicativos
para facilitar la resolución de conflictos. Nosotros lo único que hemos hecho
ha sido, de alguna forma, sistematizar los mismos en un protocolo de actuación
que podríamos calificar de infalible –han señalado mientras miraban
modestamente las puntas de sus zapatos.
EL MÉTODO.
Amigos, amigas, en el presente artículo, fruto de la entrevista que mantuvimos con ellos, se detalla la fórmula
infalible para evitar malentendidos entre los Seres Humanos independientemente
de su país, de su lengua o de la cultura de origen, de forma que puedan
resolverse problemas y encontrarse conclusiones prácticas siempre que sea
posible.
¿Cómo no íbamos a hacer lo imposible por divulgarlo entre la mayor cantidad posible de nuestros cuatro o cinco lectores habituales?
¿Quiere usted resolver un problema con alguien?
¿Pretende conseguir apoyo y ayuda para una idea?
¡¡siga estos sencillos pasos y asómbrese de los resultados!!
1.- Baje el volumen. Para
entenderse con el vecino no es necesario rebuznar. Evite los alaridos. Están
mal vistos en casi todas las culturas –menos en la española y, especialmente cuando el que habla soy yo-.
2.- Hable lentamente,
pronunciando con claridad. Vocalice. Muchos idiomas tienen un origen común y
hablando despacito en realidad es sencillo comenzar a entenderse.
3.- Piense con cuidado lo que va
a decir con antelación suficiente. Si es preciso, hágase un esquema previo.
No
se preocupe por el silencio. Si no tiene usted claro lo que quiere decir, mejor
cállese y no diga la primera gilipollez que le venga a la cabeza sólo para
llenar el vacío.
4.- Escuche atentamente lo que le
están diciendo. No se haga el listo: si no está seguro de haberlo comprendido
con claridad, permanezca en silencio. Después pregunte. Aclare sus dudas antes
de decir cualquier gansada. Una vez más, procure no rebuznar sólo para evitar
un incómodo silencio o para hacer ver que a usted no se le escapa una.
5.- Use gestos, fotografías,
dibujitos, pizarras, bocetos, esquemas y gráficos si es necesario. Esto no es un concurso y no hay
prisa, de forma que emplee cualquier método alternativo para explicar con
claridad lo que quiere decir. No asuma automáticamente que usted es la reostia
explicándose, lo mejor que se ha inventado desde Demóstenes. Emplee frases cortas y sencillas. Asegúrese de haber hablado con claridad y de
que su mensaje ha sido comprendido. Cuando termine de hablar, cállese y espere
a que su interlocutor manifieste sus dudas o preguntas. Escúchele. Aclare
dudas. Vuelva a escuchar atentamente.
6.- Recuerde que el Principio de
Autoridad –supuestamente muerto en el Renacimiento- sigue vigente, más orondo y floreciente que nunca, en muchos
países –incluido el suyo, amigo lector o lectora-.
De esta forma podrá usted
escuchar argumentos tan infalibles como “porque lo digo yo”, “por mis santos
cojones” o tal vez, “porque así lo ha decretado Dios”, “El Maestro, Obispo,
Papa, Hombre Santo, Profeta de turno –tache
lo que no proceda- lo ha dicho así” o, muchas veces "porque lo han dicho en la tele".
Este tipo de argumentos requiere que
guarde usted silencio y que, si desea comprenderlos, pida usted una
demostración científica, por favor, si puede ser.
Si desea usted rebatirlos,
pruebe también con una demostración científica, por si acaso, aunque rara vez
es de utilidad.
Si desea resultados prácticos, guarde silencio, de por
terminada la conversación y diríjase a otra persona, a alguien que de verdad
sepa sobre el tema y tenga ganas de cambiar algo o solucionar un problema.
En cualquier caso, si le gusta polemizar e
ingenuamente cree que irá a algún sitio, debe aprenderse de memoria la Biblia,
la Torá, el Corán, la Bhagavad Gita, los Trabajos y los Días, los Nueve Libros
Sagrados de Pederastio Malphormado, El Bardo Todol, el Libro Egipcio de los
Muertos, un gran montón de literatura
asiática y, además, deberá pasar el resto de sus días aprendiendo lo que los Manaschis,
Griots y similares tengan a bien contarle.
También puede ser interesante leerse
el Libro de Mormón y un opúsculo
titulado 2012 formas de convertirse en Dios.
Si su interlocutor no puede
acreditar esos mismos conocimientos, no trate cuestiones espirituales con
semejante ignorante. Así podrá usted perder su tiempo eficazmente debatiendo
sobre temas metafísicos con alguien capacitado.
7.- En numerosas ocasiones notará
usted que el discurso de su interlocutor pierde el hilo argumental, se desvía,
se va por los cerros de Úbeda. Por ejemplo, para criticar la gestión de una
ministra, su interlocutor dirá cosas como “Es fea como un pecado, la muy zorra
y además viste fatal”; para intentar rebatir el trabajo de un científico
empleará argumentos como “Está borracho y además ha mantenido relaciones
sexuales con su criada”.
En estos casos,
tras el silencio oportuno, proceda usted a aclarar sus dudas con la siguiente
cuestión: “y esto… exactamente ¿qué tiene que ver con lo que estamos hablando?”.
La idea es no dejarse distraer y ayudar a nuestro interlocutor a centrarse en
la cuestión que se pretende solucionar. Si no lo conseguimos, nuevamente
aconsejamos guardar silencio, dar por terminada la conversación y, si procede,
buscar a una persona inteligente con la que hablar. Alguna hay.
El grupo de investigadores nos
contó su método despacito, amablemente, en una conversación suave, amena y agradable,
sentados en la terraza veraniega de un simpático café junto a la playa en una
localidad cuyo nombre no vamos a dar porque nos gusta demasiado.
De fondo –siempre
bajo el consejo de nuestros interlocutores- no se escuchaba una televisión, ni
un volumen absurdo de música enlatada. No estuvo mal. Creemos que os enteramos
de todo. Y así os lo contamos, amigos, amigas y demás lectores.
Oye… igual funciona.
Estoy totalmente de acuerdo con usted, mi buen amigo.
ResponderEliminarEl silencio, ACTUALMENTE, es el mejor aliado.
Es preferible ser dueño de tu silencio que esclavo de tus palabras.
Estoy pensando aprenderme de memoria " los Nueve Libros Sagrados de Pederastio Malphormado"...
¿ Mejor lectura matutina o vespertina ?
Estimado Amigo Prepuzio: Los Libros Sagrados de Pederastio Malphormado son una lectura ideal para la noche. Sus edificantes máximas, sus atinadas reflexiones y sus artísticas ilustraciones (todos los expertos recomiendan especialmente la edicion de Busten & Soutien de 1843) serán sin duda causa de bellas ensoñaciones y gratas imágenes en la oscuridad.
ResponderEliminar;)